La lengua, sin duda, es el reflejo  de lo que somos por dentro y por fuera.  Ahí sí, no podemos mentir. Lo que decimos y la manera en que lo decimos expone nuestra cultura, conceptos e ideas. 

     La lengua habla de nuestro origen y del hábito que nos consume, del subterfugio, del contexto y, por supuesto, de la clase social a la que pertenecemos, misma que se deduce en comparación con la media, concepto social de construcción ideológica.

     Dijimos en la entrega anterior, que doña Silvia Peña-Alfaro defendía aquello de que la lengua es de quien la trabaja, es decir de quien la usa, de quien hace de ella un usufructo y la asume.

     Don Ernesto Bartolucci, difiere de Silvia y le refuta creando un texto delicioso. Lo transcribo tal cual.

     “Sí, así es, es de* que estoy motivado por la idea de que lo que es la lengua debe ser de quien la habla, inspirado por la causa de las víctimas de los que siempre andan corrigiendo la forma de hablar y de escribir de los demás, y, por lo mismo de su problema de ellos, he decidido escribir esta defensa del uso al que tenemos derecho de hacer los hablantes de nuestra lengua española”

     “Estamos hartos de los polecías lingüísticos que culpabilizan a las gentes que supuestamente no saben hablar bastante y critican demasiado a los locutores y aquellos artistas que influencían con sus vocablos de ellos a los mismos escuchas, desde la primera vez que los escuchan”.

     “Estas gentes no han aperturado sus mentes para poder accesar a un verdadero conocimiento del lenguaje. No soy su fans, porque creen que saben demasiado de lo que es la lengua, no entienden todo lo que es la manera de hablar de las propias gentes. Pero las suyas es una victoria parcial en estas competiciones de la cotidianidad, porque la belleza del lenguaje está donde debe estar y no en otro lado, y si sus ideas no machean con el uso real de la lengua, pues que lo hagan con su propio riesgo, eso es muy su problema de ellosYo en lo personal me quedo con lo que creo que debe ser, porque como digo una cosa digo la otra”.

     “Más sin embargo, les prometo, de verdad les prometo, que lo que sería la lengua no es así, no es como los que han estudiado demasiado de ella dicen que es. Quizá el día de mañana la Academia va a tener que aceptar más o menos expresiones como lo que serían  ‘más sin en cambio’ o ‘cuantimás’ o ‘cercioradamente’ o ‘sospechosismo’, que suenan muy elegantes y realmente y de verdad enfatilizan mucho más mejor la idea que se quiere decir; o tendrá que decir que eruptar también puede ser correcto porque deriva de erupción, o sea, lo que hacen los volcanes, eruptar lava, aunque digan ellos que es eructar.”

     “De esta manera, espero que después de que lean lo que es este artículo de fondo, los defensores del lenguaje dejen de fijarse en la viga ajena o en el azadón de palo propio, porque, de lo que no cabe duda, es de que la lengua es de quien la habla, no de ellos.” (*Todas las palabras en letra cursiva y subrayadas marcan los errores que Bartolucci quiso puntualizar mediante la ironía)

     Para el autor debió ser más complicado escribir este texto redactado con tantos anacolutos, sólo para responder a Peña-Alfaro. El texto, sin embargo, es un excelente documento de estudio gramatical que permite destacar los errores más frecuentes de sintaxis, semántica, morfología y otros vicios de lenguaje.

     Doña Silvia refuta entonces, sin decir que le contesta a don Ernesto, y explica con toda lucidez lingüística lo siguiente:


Hablante: “Señorita, por favor tráigame un vaso de agua”

Policía: “¿Vaso de agua? Dirás vaso con agua. Ni modo que el vaso esté hecho de agua.”

Comentario: En cuanto al empleo de la preposición bastará con dar una ojeada a los usos de la preposición “de” para confirmar que esta partícula no solo designa la materia de que está hecha una cosa sino también el contenido de algo. Por lo tanto, vaso de agua está perfectamente bien dicho.


Hablante: “Venía por unos papeles.”

Policía: “¿Venía o viene?”

Comentario: El copretérito venía, empleado en vez del presente vengo, tiene en nuestro país una función muy clara: moderar el rigor de las peticiones. José G. Moreno de Alba en su obra Valores de las formas verbales en el español de México (UNAM 1978) registra el “copretérito de cortesía” con valor de presente y expresa que es un uso que “sin duda se puede calificar de frecuente en el español coloquial mexicano”.

     Por todo lo expuesto –dice doña Silvia- llego a la misma conclusión que Antonio Hass cuando decía que primero habría que defender al idioma de sus defensores. De este modo, aconsejo precaución. Está visto que muchos policías lingüísticos andan sueltos por ahí.

     Pero, por encima de todo, qué bueno que hable mi gente, que se exprese como Dios le dé a entender, y no se agazape en esa guarida de la vergüenza lingüística. ¡Qué bueno es el desahogo social en las minucias propias del lenguaje! ¿No les parece?... No vayamos a cansarnos de este silencio ominoso, y exijamos otras cosas, luego de cien, de doscientos y hasta de quinientos y pico de años.

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